A fucking machine

Desde siempre los seres humanos han buscado perfeccionar sus actividades. Fue así como, partiendo de su propia incapacidad, crearon las primeras máquinas. Un simple mecanismo que los ayudó a transformar su escasa fuerza modificándola, cambiando su magnitud, su dirección o desplazamiento haciéndolos amos y señores del mundo. Arcos, catapultas o arietes, incluso la cruz, todas máquinas diseñadas para lo mismo, simples máquinas para matar, torturar o hacer fieles a almas pecadoras sin doctrina. Tengan eso en cuenta.

Dependiendo de su fuente de energía, existen varios tipos de máquinas. Las hay manuales, eléctricas, hidráulicas y térmicas. El mismo cuerpo humano es una gran máquina eléctrica. Las neuronas envían estímulos eléctricos a miles de terminales nerviosas ubicadas por todo el cuerpo y el mismo voltaje que significa un acto reflejo se podría usar también para escupir. Miles de terminales nerviosas estallan en un orgasmo, un número parecido palpitan en una herida. Una máquina, el cuerpo humano, y no necesita de mucho para sobrevivir, aunque las verdaderas máquinas no necesitan nada. Comida, agua, un televisor, Internet. Es fácil pasar de esta máquina a otra cuando se está familiarizado con todas. Cuando se está más allá de cualquier calificativo, aunque la palabra máquina sea apropiada porque hace referencia a la mecanización de los movimientos, al triunfo de la técnica por sobre cualquiera que pose de artesano. Ser una puta máquina por encima del promedio, por encima de cualquiera. Ser el concepto, ser la palabra, el verbo, ¿me recuerdan fieles almas pecadoras?, la carne, la máquina y aún más.

Ya Arnold nos mostró un futuro lleno de máquinas pero se equivocó en algo, en el presente ya abundan. Y todo se reduce a eso, a ser una máquina, una puta máquina.

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